El carisma de los defectos

Mickey, convertido ya entonces (1934) en una estrella mundial, acabo siendo víctima de su propia fama; sus fans no le permitían tener defectos, lo que limitaba las posibilidades de sus gags y las situaciones cómicas de sus dibujos animados.
Quizá por eso Disney dió luz verde a la creación de Donald. El pato era lo que el ratón no podía ser: egoísta, holgazán, vanidoso, malhumorado… En resumen, el vivo rettrato del ciudadano medio.

(en «Clásicos del cómic: el pato Donald»)

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